(Por Eva Rodríguez)
La mayoría de los abusos sexuales infantiles son intrafamiliares (más del 80%) y es importante aclarar, también, es que no discriminan clase social. Ocurren por los familiares más cercanos y el proceso de sanar estas heridas invisibles es doloroso.
Los abusos sexuales son difíciles de sanar porque permanecen aún hoy subestimados y poco denunciados. Parte del motivo por el que esto ocurre es que denunciar a un abusador muchas veces implica desenmascarar a todo un sistema familiar que lo avalaba.
Para la víctima no solo es difícil cargar con los recuerdos o síntomas de la experiencia traumática sino que, para sanar, la víctima tiene que atravesar un proceso que reabre el dolor, para luego estar bien. Pero, este proceso, ¿Tiene sentido? La respuesta es: para estar mejor, antes hay que estar un poco peor.
Muchos pacientes dicen: “¿Cuándo va a terminar?, me siento muy mal, muy herida/o, tengo mucho odio, quiero empezar a vivir sin estos recuerdos y estas emociones, siento que toda mi vida he cargado con este dolor".
El motivo por el que se pone “peor” la experiencia traumática antes de ponerse “mejor” es porque hemos estado callando el trauma, silenciando el dolor, por culpa o por la vergüenza. Al empezar a sanar, se revuelven esos recuerdos, emociones, pensamientos, experiencias y se re-vive el dolor. Así, como en la medicina hay que limpiar una herida antes de curarla y de tratarla.
Ocurre exactamente lo mismo con las heridas psicológicas, que, aunque no se vean, sanan de la misma manera que una herida física.
Piensa lo siguiente: has sobrevivido una experiencia profundamente dolorosa. Has vivido un trauma y lo has sobrevivido. Has sido víctima de una experiencia de abuso cuando no tenías la posibilidad de entender que pasaba o de defenderte siquiera. Sanar estas heridas toma tiempo. No se puede apurar el proceso de sanación, los tiempos internos no responden al reloj.
No es como “pero ya pasaron 20 años, ya tendría que dejar de doler”. Incluso cuando comiences tu análisis psicológico, grupal, familiar, cualquier tratamiento de decidas hacer, primero va a ser normal que tengas altos y bajos, subidas y bajadas, días en los que estás mejor y días en los que te sentís terrible.
Siendo un niño o una niña víctima de abuso sexual, perdiste tu seguridad. Hubo un tiempo, un lugar, una persona, o como sea que lo hayas vivido, donde no te sentiste seguro o segura, protegido/a. Y este va a ser un primer paso importante para trabajar: Crear seguridades.
El primer paso que tendrás que dar es el de pedir ayuda a un profesional con el que puedas contar, con quien sientas que te podés abrir, y expresar libremente. También vas a necesitar ayuda de tu familia o tu círculo social para poder expresar con libertad todo esto que durante tanto tiempo estuvo callado.
Como parte de tu proceso vas a sentir culpa y vergüenza. Es normal y hay que atravesar estas barreras. Justamente la trampa del abuso es que al abusador crea la idea de que el niño o la niña tiene responsabilidad por el acto, ya sea porque lo permitió, lo disfrutó o silenció.
Incluso, años después la persona puede preguntarse: pero si tuve tantas oportunidades y nunca lo dije, podría habérselo dicho a un familiar o a un médico, pero lo callé. Eso lleva al pensamiento erróneo de decir “Entonces es porque yo también tengo algo de culpa, ¿podría haberlo evitado y no lo hice? Si no lo detuve, ¿será que me gustaba?, ¿Soy responsable de la situación?
Lo más importante es que elijas la terapia correcta, una terapia enfocada a resolver traumas y que cuentes con soporte afectivo, todo el posible.
¡Por delante se viene lo mejor!