#Vida Sana

¡Socorro! Chicos en vacaciones

Ver una oportunidad diferente a la hora de pensar en el receso invernal con los hijos/as en casa, propone el desafío de aprovechar esta instancia, para pasar tiempo de calidad con ellos.

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Redacción ElNueve.com
17 de julio de 2021 | 14:13

“Los papás y mamás tienen una preocupación entendible cuando llegan las vacaciones de invierno, porque el ritmo laboral, continúa para los adultos, y obviamente con los chicos en casa todo pareciera complejizarse. Sin embargo, puede ser una buena oportunidad para potenciar de la mejor manera el tiempo con ellos”, argumenta la psicopedagoga María Zysman.

En tiempos de incertidumbre y miedo en los que todo lo conocido se “dio vuelta” debido a la pandemia jugar es uno de los mejores recursos para atravesar el temporal emocional. Chicos y chicas preocupadas y llenas de tareas, encuentran en el juego el espacio ideal para respirar y conectarse ¿Cómo lograrlo?

Claramente no es tarea sencilla lidiar con trabajo, obligaciones y que los chicos pasen su receso invernal de manera divertida. Pero lejos de complejizar o caer en los ineludibles dispositivos electrónicos y juegos (durante determinada cantidad de tiempo, que los usen no está mal, pero no las 24 horas), está bueno que salgan al aire libre, a las plazas, al contacto con la naturaleza, de lo que les guste hacer, o incluso que vayan descubriendo en ese devenir las cosas que no sabían siquiera que les gustaba.

Como sustenta la profesional: “los más chiquitos siguen eligiendo juegos de construcción con bloques, ladrillos, piezas imantadas así como masas, plastilinas, barro y todo aquello que sirva para inventar formas y objetos. Manualidades, dibujos y collages aparecen como vía para expresar sentimientos y deseos. Ofrecer materiales para crear es una excelente idea. Los chicos lo necesitan y mamás y papás podemos compartir con ellos momentos superdivertidos y oxigenantes.

El juego, el refugio eterno de grandes y chicos

“Los juegos de mesa que parecían olvidados y desplazados por los tentadores juegos digitales de todo tipo, hicieron su nueva aparición en estos tiempos. Ludomatics, cartas, jengas y hasta el viejo TEG ocupan mesas y suelos de niños, adolescentes y sus familias. Con ellos, podemos desafiarnos, rivalizar y competir ‘en buenos modos’, habilitados por el juego. Rivalizamos haciendo de cuenta que queremos eliminar al contrincante. Podemos jugar esas emociones de manera socialmente aceptada. Aprendemos a esperar, a perder y a ganar”, aconseja Zysman. Una oportunidad para poder volver a vivir con ellos una infancia compartida, y volver a ser niños por un momento.

Como apunta la psicopedagoga,“ofrezcamos a los chicos todos los modos de jugar que nos sean posibles. Juguemos con ellos tanto como podamos, acompañémoslos en sus juegos y dejemos que jueguen solos cuando así lo desean y necesitan. Favorezcamos el encuentro (virtual o presencial cuidado) con sus amigos, contengamos las emociones que de ellos surjan, tengamos paciencia y tiempo. Tiempo de jugar, que es el mejor”.

“Mamá, papá, me aburro”

¿Has escuchado quizá esta frase algunas veces? ¿Te suena? Seguramente sí, y por demás. De allí que los dispositivos se transformaron en el mejor “chupete” que por un rato (a vece demasiado largo) puede llegar a calmar a los chicos y su sentimiento de aburrimiento. 

Ahora, cabe la pregunta…¿Es malo que se aburran? ¿Es necesario prodigarles una medicina urgente que los calme de manera vital, en ese mismo momento de terminar la frase? No, bajo ningún aspecto. De hecho, podemos brindarles ideas pero dejar que se “aburran” por un rato, puede darles lugar a que de esa “nada” se potencie la imaginación, lo creativo y el espacio en donde la inmediatez quede de lado para descubrir la propia fantasía.

“Los padres se vuelven locos cuando el chico luego de ir de un juego a otro, manifiesta que está aburrido. Cuando en realidad no está mal que por un rato, los impulsemos a buscar su propia forma de divertirse. De allí, pueden llegar a volverse más creativos, entretenerse con cosas sencillas e incluso descubrir nuevas, de esas que algunas generaciones encontrábamos jugando a la payana con las piedras, o a la rayuela con una tiza. Ellos descubren sus propias formas, y es allí en donde no hay que temerle al aburrimiento”, sostiene la profesional.

Son muchos los estudios que de hecho sostienen que el aburrimiento es una emoción muy importante que no solemos permitir ni cultivar. Un sentimiento imprescindible para el desarrollo personal que está muy relacionado con la capacidad de espera, la autonomía personal, la autoestima y la tolerancia a la frustración. Aburrirse es un conflicto que potencia la autosuficiencia, el pensamiento crítico y el espíritu autónomo. Fomenta la meditación, la reflexión y el altruismo. Nos obsequia tiempo para decidir desde la calma, para descubrir los propios intereses y necesidades.

 “Cuando nuestros hijos se aburren conectan con su esencia, su propia creatividad, exploran e imaginan. El aburrimiento dispara la imaginación, les regala la oportunidad de buscar soluciones por sí mismos, para crear desde la reflexión y el entusiasmo”, detalla la psicopedagoga.

De esta manera, lo que tanto asusta a los adultos (el aburrimiento) es en realidad positivo y necesario, ya que los niños y jóvenes que aprenden a hacer frente al aburrimiento acaban siendo habitualmente más tolerantes, felices y posen un mejor autoconocimiento y autorregulación. Se muestran mucho más flexibles y son capaces de gestionar mucho mejor el tiempo. Un tiempo libre sin tareas o actividades permite a nuestros hijos escucharse sin prisas, conocerse con tranquilidad, construir su propia identidad.

 ¿Cómo podemos ayudarles a gestionar el aburrimiento?

1)Legitimando el aburrimiento desde la empatía y el respeto. Explicándoles que estos momentos forman parte de la vida y que hay que aprender a vivirlos como una oportunidad.

2) Haciéndoles ver el lado positivo del aburrimiento, entendido como un tiempo “sin obligaciones” convirtiéndose en una magnífica ocasión para hacer lo que realmente tienen ganas.

3) Validándoles que no hagan nada, que decidan cómo quieren invertir sus espacios de ocio, dejándoles libertad para crear.

4) Motivándoles a hacer una “lluvia de ideas” de las posibles actividades que pueden hacer donde sean ellos los que lleven en todo momento la iniciativa. Mostrándoles nuestra confianza de que serán capaces de encontrar algo interesante por hacer.

5) Ofreciéndoles papel y lápiz para que puedan dar rienda suelta a su creatividad, escribiendo y dibujando divertidas historias.

6) Animándoles a descubrir espacios en la naturaleza donde puedan crear cabañas, observar la fauna y flora, correr o escalar.

7) Potenciándoles la lectura como una opción divertida de ocio, acercándoles a las librerías, apostando a los libros que les llamen la atención como un lugar de encuentro.

8) Facilitándoles materiales y utensilios sencillos para crear “cosas”: cajas, pinturas y pinceles, un gran trozo de papel en blanco, materiales de modelar, revistas, botellas de plástico.

Hay que dejar que los chicos se aburran de forma moderada para obtener un bienestar emocional y mental que les permita imaginar y crear sin medida, para que disfruten del no hacer nada, para que aprendan que al aburrimiento se le mata a base de la imaginación y el interés por hacer cosas que la mente aún no puede visualizar.

 

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