Lo que pesabas como una verdad cerrada quizá no lo sea tanto…¿Existe el ataque al hígado como tal o es una expresión errónea? En esta nota es especialista aclara todas las dudas y fundamenta verdades.
“Me duele la cabeza, me cayó mal la cena de anoche”, “No tomo más el hígado me pasó factura, y vomité todo”, Tengo un mareo tremendo porque comí de más y tengo un ataque al hígado que me muero…Estas y otras tantas “seudoverdades” se entrelazan en diversos dichos y supuestos que solemos destilar, proyectar y hasta decretar a diestra y siniestra…Lo que a un profesional le tomó parte de la vida en estudiar y experimentar, a nosotros no. Somos médicos y tenemos un nombre para lo que nos pasa, y hasta un diagnóstico con la consecuente toma de medicamentos…O sea error por partida triple.
-¿Pero qué es realmente un ataque al hígado?
“Un mito”, sostiene el médico gastroenterólogo Guillermo Camus. “si uno lo busca en los libros como ‘ataque al hígado’ literal, no existe. Sin embargo es una consulta sumamente común. El paciente llega a la consulta diciendo que tiene dolor de cabeza, que se siente pesado, inflamado, y hasta a veces hasta ha llegado a vomitar”.
-Es decir que si el hígado no está en su mejor momento, no tendría que ver con esos síntomas…
Es que el hígado no da sintomatología, excepto en patologías puntuales, no duele, es muy noble y no da dolor de cabeza. Lo que duele sobre el lado derecho del abdomen cuando tiene alguna patología, sobre todo cálculos es la vesícula. El dolor abajo de la costilla a la derecha no tiene que ver con el hígado.
-¿Se debe controlar el hígado? ¿Cómo lo hago?
Sí es importante. Como un control general una ecografía es importante al igual que unos análisis, con hepatograma incluído.
La tan famosa “patada al hígado” -que a pesar de que lo pueda parecer no es un típico invento argentino, sino que es algo de lo que hablan las medicinas populares en varias partes del mundo- no existe. Eso no quiere decir que los síntomas coexistan, ni que los excesos en la comida -especialmente cuando se trata de las grasas, el alcohol y el vinagre- sean inofensivos. Pero en general, cuando ocurren se deben a una dispepsia, es decir, un trastorno de la función estomacal que puede afectar a todo el aparato digestivo.
Como centro de la química corporal y regulador, entre otras funciones, de la cantidad de sangre que hay en el organismo, el hígado no posee demasiado margen para fallar por cuestiones tan fortuitas como comer o beber de más un día (otra cosa, desde luego, es hacerlo durante toda la vida). Pero afortunadamente, es raro que el hígado se vea afectado directamente, salvo en enfermedades más serias, como la cirrosis, las hepatitis o el hígado graso.
-¿En las Fiestas somos más propensos a estos tipos de problemas por los excesos?
El consumo excesivo de grasas puede generar un transitorio estado de exigencia a este pequeño órgano, produciéndole una colsecistitis (inflamación) o colestasis (obstrucción de los canales biliares). Existen algunos fármacos de venta libre que se promueven como “hepatoprotectores”, aunque en realidad cumplirían una función de colagogos o coleréticos, facilitando estas funciones de la vesícula: es muy poco frecuente que los médicos especialistas receten estos fármacos ante una afección concreta.
Cuidados con los atracones calóricos
Ante un atracón calórico no suele haber una situación grave más allá del fuerte malestar que sobreviene, salvo en las personas con cálculos vesiculares, que deben cuidarse un poco más, o en quienes padecen diabetes. Sea como fuere, diciembre es un mes en el que aumentan las urgencias por los excesos de las fiestas, admite el gastroenterólogo Jorge Bosch. ¿Son más riesgosas las indigestiones en esta época del año? Ese en sí parece ser otro mito. Lo que sí es cierto, aclara Bosch, es que el calor y la acción del sol pueden facilitar los trastornos gastroenterológicos, de manera que éstos se vuelven más frecuentes.
La indigestión o dispepsia puede deberse, además de al exceso de alimentos y bebidas recosen grasas y/o alcohol, a varios otros factores. Comer demasiado rápido, hacerlo en momentos de estrés o de mucha exigencia emocional, consumir algunos medicamentos, o el cansancio excesivo. Los síntomas más frecuentes son cefaleas, diarreas y vómitos: “Ninguno de estos síntomas se debe menospreciar, y se debe concurrir al médico”, dice el especialista. Pero es cierto que, antes bien a largo plazo, los excesos sostenidos de grasas y de alcohol dañan la función hepática, y las consecuencias suelen ser mucho mayores que las de una simple dispepsia.
El especialista Guillermo Camus estuvo con el equipo de Cada Día. Mirá la nota