Palabras como dagas: ¿Cómo le hablás a quienes te rodean?

Son poderosas, fuertes, enormes y pueden construir o destruir a quienes nos rodean. Si los poetas, los sabios y los filósofos se valieron y valen de ellas para llegar a expresar lo más recóndito del corazón humano, imaginemos el enorme poder que tienen las palabras, a la hora de interactuar con hijos, padres, hermanos, parejas, amigos y cualquier persona que nos rodee. 
Las palabras hirientes hacen mella y destruyen a quienes nos rodean cuando se hace de forma permanente en todo ámbito. Como bien destaca la psicóloga Noelia Centeno “lo primero que hay que saber es que todos en algún momento podemos decir cosas que pueden herir al otro, por ello cuando nos damos cuenta de que lastimamos, somos capaces de ser empáticos y pedir disculpas. Sin embargo, hay personas que tienen formas frecuentes y abusivas de lastimar y referirse al otro”. 

-¿La infancia es la más desvalida en este sentido? 

En esa etapa los niños ven a sus padres como sus referentes, el modelo que piensa va a seguir ya que son sus primeras referencias, luego serán otros con el paso del tiempo. Pero si esos padres le dicen a sus hijos que siempre hacen todo mal, que están gordos o flacos, o que son sensibles porque lloran por todo (entre múltiples aspectos más), generan un daño tremendo en el mundo emocional de esos niños. 

“Las palabras importan. Se quedan. Duran toda la vida. Su impacto moldea quiénes somos y en quiénes nos convertiremos”, señala la organización benéfica internacional Words Matter, que tiene como objetivo poner fin al abuso verbal de los niños por parte de los adultos. 
El dato duro destaca que Dos de cada cinco niños (41%) han sufrido abuso verbal por parte de los adultos, según una nueva encuesta realizada por la organización. Los padres, cuidadores, profesores, padres de amigos y líderes de actividades son las principales fuentes, según la encuesta realizada a 1.000 jóvenes de entre 11 y 17 años. 
Según la doctora Berit Brogaard, profesora de Filosofía y directora en la Universidad de Miami, explicó en su artículo de Psychology Today: “El abuso verbal es una subcategoría del abuso emocional. Algunos ejemplos de abuso emocional no verbal incluyen mirar fijamente a la persona; “girarle” los ojos y golpear puertas”. 
Según apunta Centeno, “hay que entender que la manera en que le hablamos a los hijos deja lesiones emocionales, que, al no ser visibles, se minimizan hasta que se transforman en adolescentes o adultos con problemas de autoestima y relacionales. Las heridas emocionales en la infancia hacen muchas veces que, en la adultez, la persona descalificada busque vínculos descalificadores y tóxicos, de una falsa verdad que se creyó".

 
-¿Cómo lo identificamos en la adultez? 
Con angustias desmesuradas, reacciones infantiles, entendiendo que se dispara esa herida de pequeños que nos marcó. Eso hay que trabajarlo y pedir ayuda, ya que incluso la persona se habla y piensa a sí misma como le hicieron creer que “era”. 

Sonia Almada, licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, magíster internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO), especialista en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO), describió a Infobae: “Los estilos de crianza basados en los malos tratos, generan que los patrones se repitan y reproduzcan de generación en generación”. 
Y agregó la psicóloga: “El maltrato infantil ha llegado a ser un problema que se incrementa en forma alarmante. Aun cuando no se tienen cifras precisas de la magnitud del mismo, se infiere que su presencia es cada vez más evidente. Los estudios señalan que el maltrato recibido por el padre o la madre tienen un impacto poderoso en la salud mental de los niños.” 

La psicóloga Noelia Centeno estuvo con el equipo de Cada Día, mira la nota