Desde hace un tiempo nos hemos acostumbrado a ver sobre la pasarela prendas deconstruidas, básicos reinventados cuya estructura o manera de ponerse se ha modificado o revertido para conseguir sorprender a los amantes de la moda y desconcertar a los escépticos.
De pantalones deformados, a chaquetas o camisas que se ponen al revés, o de adelante atrás, de arriba a abajo, a las que le falta la espalda, o un hombro, o una manga, o estas vienen cortadas, o son asimétricas, o tan exageradamente largas que resultan además de imposiblemente prácticas, antiestéticas.
En otras palabras, un sinsentido que viene siendo tendencia generalizada en las Semanas de la Moda y poco a poco va calando, a su manera, en la calle.
Una de las piezas más llamativas de este otoño, además de las medias pantalón de Balenciaga, o sus camisetas con guantes incorporados, son los sacos a medias, una propuestas que ha sido introducida por Raf Simons en Calvin Klein, a propósito de su primera colección para la icónica firma americana.
Hablamos de una especie de mangas elaborados en cálida lana de cachemira pensados para crear un efecto trampa (que parezca una cosa y sea otra) y hacer las veces de mangas sobre tops, vestidos u otras prendas, además de estar concebidas también para poder superponerse.
Una fórmula que a priori parecía que iba a tener escaso recorrido, pero que ha resultado ser un éxito a pesar de costar alrededor de los 550 euros (unos 11.200 pesos argentinos).
Otras firmas de primera línea como Agnona o Stella McCartney también cuentan en su repertorio con propuestas similares, si bien más en forma de bufanda o en versión bolero y simulando las extremidades de una americana o un abrigo, como es el caso de la creadora inglesa, cuyas mangas extraíbles presentadas de cara a este otoño están siendo también, y en contra de todo pronóstico, todo un superventas.