Meditar en seis simples pasos

Meditar en seis simples pasos

Descubre cómo empezar a llevar a cabo esta milenaria práctica, de manera fácil y efectiva

De un tiempo a esta parte la meditación se ha vuelto cada vez más común y difundida en Occidente.

Ha pasado de ser una exótica postal de religiones orientales, a una práctica asociada a la salud integral y al beneficio de nuestra mente.

De hecho, en una sociedad donde cada vez tenemos que movernos a ritmos más vertiginosos, responder a tiempo a múltiples responsabilidades, poder darle un descanso a nuestra mente es algo esencial y cada vez más necesario.

Muchas veces se piensa que para poder realizar esta práctica milenaria se necesitan atributos especiales, como ser devoto de alguna religión, o tener una gran experiencia en yoga o mindfulness. Sin embargo, hay que recalcar que cualquiera puede empezar a meditar.

Tan sólo las ganas y la constancia harán que los resultados vayan dándose por sí mismos. Ciertamente, los efectos de la meditación son inmediatos.

Pero ¿Cómo empezar?

Meditar en seis simples pasos

1. Escoger el momento adecuado

Es importante que cuando comiences a meditar elijas bien el momento de hacerlo. No hay ninguna regla más que tener el estómago vacío, ya que la digestión dificulta la concentración y puede obstruir una correcta respiración.

Así que debes elegir un momento donde no haya comida digiriéndose en tu estómago. De preferencia, durante la mañana, al despertar; o bien en la noche, antes de dormir.

2. Escoger un lugar adecuado

Habiendo escogido correctamente el momento, es importante tener un lugar especial para practicar nuestra meditación. No tiene que tener grandes atributos.

Solamente preocúpate de que sea tranquilo, sin ruidos fuertes; sin interrumpciones de terceros y donde puedas sentirte cómodo.

Puedes usar algún tipo de incienso o vela aromática, así como una imagen que te inspire (alguna representación de Buda, o dioses de la India, etc), aunque esto no es estrictamente necesario.

Recuerda que lo único que realmente necesitas es tu cuerpo y tu concentración.

3. Sentarse cómodamente

Solemos asociar la meditación con aquella clásica postura de piernas cruzadas. Pero hay que tener en cuenta que no es estrictamente necesaria para poder meditar.

Lo principal es tu comodidad. En Oriente se ocupa la postura de piernas cruzadas, porque desde niños las personas están acostumbradas a sentarse en el suelo.

Sin embargo, nosotros tenemos mucho más interiorizado el uso de la silla. Por lo tanto, puedes sentarte en una silla o banquillo, sin problemas.

Ahora bien, si puedes sentarte con un cruce simple de piernas en el suelo, con el sacro apoyado en un almohadón o manta doblada, perfecto. En ese caso, preocúpate de no forzar tus rodillas o tobillos, pues a la larga terminará afectando tus articulaciones sin que por ello ganes mayor flexibilidad en la postura.  

4. Concentrarse en la respiración

Una vez que estés sentado, en un lugar cómodo y sin interrupciones de terceros, concéntrate en tu respiración. ¡Nada más que eso!

Esta es la base de cualquier práctica de meditación y yoga. Para mejorar tu concentración, puedes hacer cuentas mentales: inhalas y exhalas y cuentas 1, luego repites y cuentas 2,  y así sucesivamente. Puedes comenzar llegando a cinco o a diez.

Verás que tu mente hará todo lo posible por sacarte de aquella “sencilla” cuenta mental. Arrojando imágenes mentales sobre lo que tienes que hacer más rato, o sobre preocupaciones, pensamientos que te afectan, etc. ¡Sigue adelante!

Es una buena señal.

5. Vaciar la mente

Una vez hecha la cuenta mental, tu respiración tenderá a relajarse y volverse más profunda, semejante a la respiración del sueño. Eso significa que has llegado a un nivel más profundo. En ese momento, puedes simplemente dejar que la mente descanse en su propio vacío.

Al principio puede que esta sensación te abrume un poco, ya que no estamos acostumbrados, sin embargo, casi siempre viene aparejada de una sensación de felicidad y contentamiento, por lo que una vez la hayas experimentado no querrás dejarla.

6. Percibir tu propia energía

Es difícil mantener mucho tiempo, al principio, este estado de vacío mental, por lo que pronto se hará insostenible y querrás con urgencia poner tu atención en algo.

En ese momento, intenta percibir tu propio campo energético. Algo así como concentrarte en una especie de vibración que emite tu cuerpo.

Para hacer más efectiva esta práctica puedes visualizar que te rodea una energía de color dorado o rojo, rosado o celeste, según prefieras.

Verás que cada vez puedes sentirla más y más, hasta incluso percibirla como algo concreto, casi como una parte más de tu cuerpo.

Los beneficios son inmediatos

Al contrario de lo que se podría suponer, los beneficios de esta práctica son inmediatos. No necesitas llevar dos semanas practicando para ver los resultados, sino que con cinco o diez minutos de práctica basta.

Con la constancia, podrás mantener el estado meditativo más tiempo y más fácilmente.

Verás por ti mismo que una simple práctica de diez minutos puede cambiar tu día por completo.

Algunos efectos que puedes sentir en el mismo momento que comienzas a meditar, y que incrementarán con el tiempo:

* Aumento de la concentración

* Aumento de la capacidad respiratoria

* Mayor flexibilidad en nuestras piernas, en nuestro tronco y columna vertebral.

* Aumento de sensación de alegría “sin razón alguna”. Se produce una sensación de contentamiento inmediato.

* Aumento en nuestra capacidad de comprender y entender a los otros y a nosotros mismos. Al volvernos más receptivos podemos ver cosas que antes no veíamos, tanto en nosotros mismos como en los demás.

Como ves, no hay excusas para no comenzar a practicar este sano método de desarrollo de la conciencia. Sólo necesitas un poco de disciplina y constancia. Sólo un poco. 

Puede que en el transcurso de la práctica sientas distintas emociones fuertes, pensamientos negativos, ira, miedos, ganas de llorar, etc, sin embargo, aquello es completamente normal y dice relación con la natural resistencia de la mente a entrar en un estado “vacío”.

Con el tiempo, estos sentimientos y sensaciones nos ayudarán a poder ver qué aspectos de nuestra vida nos resultan conflictivos, dándonos la oportunidad de ponernos manos a la obra por nuestra propia cuenta.