La vorágine de la vida moderna somete a nuestra mente a una presión constante que, a menudo, no sabemos cómo verbalizar. Sin embargo, el cuerpo no calla y nos muestra como espejo, lo que tenemos que elaborar. La palabra profesional.
La caída del cabello, la ansiedad desbordante y otros síntomas son elocuentes manifestaciones del estrés crónico. “Una cosa es el estrés positivo de la vida diaria que nos impulsa a salir adelante, mientras que el crónico comienza a dejar huellas en la salud poco a poco”, sostiene la psicóloga Nancy Caballero.
-¿Se ha normalizado “vivir estresado?
El estrés se ha normalizado en nuestra sociedad acelerada, convirtiéndose en un compañero silencioso que, aunque a menudo ignorado o minimizado por la mente, deja una huella profunda y tangible en nuestro cuerpo. Esa sensación de agobio constante, esa preocupación latente que no logramos poner en palabras, se traduce en un lenguaje físico inconfundible: la repentina caída del cabello, la opresión en el pecho de la ansiedad, los dolores musculares inexplicables. Nuestro organismo, en su sabiduría intrínseca, somatiza las tensiones que la mente no procesa, alertándonos sobre un desequilibrio que requiere atención urgente.
-¿Qué es el estrés y cuáles son sus desencadenantes?

El estrés es una respuesta fisiológica y psicológica natural del organismo ante situaciones que percibimos como amenazas o desafiantes. En esencia, es un mecanismo de supervivencia que nos prepara para la acción (“lucha o huida”). Sin embargo, cuando esta respuesta se activa de manera crónica y desproporcionada, sus efectos pueden ser perjudiciales para nuestra salud.
Las causas del estrés son multifactoriales y varían significativamente entre los individuos. Pueden incluir:
- Factores laborales: Sobrecarga de trabajo, plazos ajustados, ambiente laboral tóxico, inseguridad laboral.
- Factores personales: Problemas económicos, conflictos familiares, enfermedades propias o de seres queridos, duelos, responsabilidades Parentales.
- Factores sociales: Aislamiento social, presión social, incertidumbre política o económica.
- Factores internos: Perfeccionismo, baja autoestima, pensamientos negativos recurrentes, dificultad para manejar la incertidumbre.
Síntomas del estrés crónico

El estrés crónico se manifiesta de diversas maneras, afectando diferentes sistemas de nuestro cuerpo:
- Sistema Nervioso: Ansiedad, irritabilidad, dificultad para concentrarse, problemas de memoria, inquietud, nerviosismo, sensación de agobio.
- Sistema cardiovascular: Aumento de la frecuencia cardíaca, palpitaciones, hipertensión arterial, mayor riesgo de enfermedades cardíacas.
- Sistema digestivo: Dolor de estómago, acidez, indigestión, náuseas, diarrea o estreñimiento, síndrome del intestino irritable.
- Sistema inmunológico: Debilitamiento de las defensas, mayor susceptibilidad a infecciones, alergias.
- Sistema musculoesquelético: Tensión muscular, dolores de cabeza, dolor de espalda, contracturas, bruxismo (rechinar los dientes).
- Piel y cabello: Caída del cabello (efluvio telógeno), acné, erupciones cutáneas, eccema, psoriasis.
- Sueño: Insomnio, dificultad para conciliar o mantener el sueño, sueño no reparador.
- Estado de ánimo: Tristeza, apatía, irritabilidad, dificultad para experimentar placer, sensación de desesperanza.
El Cortisol: ¿Hormona de la alerta o enemigo silencioso?
El cortisol es una hormona esteroide producida por las glándulas suprarrenales que juega un papel crucial en la respuesta al estrés. En situaciones de amenaza, el cortisol aumenta para proporcionar energía rápida al organismo, regular la presión arterial y suprimir el sistema inmunológico temporalmente. Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, los niveles elevados de cortisol de forma sostenida pueden tener efectos negativos significativos:
- Debilitamiento del sistema inmunológico.
- Aumento del azúcar en sangre y riesgo de diabetes tipo 2.
- Acumulación de grasa abdominal.
- Pérdida de masa muscular.
- Dificultad para concentrarse y problemas de memoria.
- Alteraciones del estado de ánimo y mayor riesgo de depresión y ansiedad.
- Problemas digestivos.
- Alteraciones del ciclo del sueño.
Consejos para Recuperar el equilibrio
Tomar conciencia de cómo el estrés se manifiesta en nuestro cuerpo es el primer paso para abordarlo. Implementar estrategias efectivas puede ayudarnos a recuperar el equilibrio y mejorar nuestro bienestar:
- Priorizá el autocuidado: Dedicá tiempo a actividades que te nutran física y emocionalmente: ejercicio regular, alimentación saludable, sueño reparador.
- Practicá técnicas de relajación: La meditación, la respiración profunda, el yoga o el mindfulness pueden ayudar a reducir la respuesta al estrés y calmar la mente.
- Establecé límites: Aprendé a decir “no” a compromisos que te sobrecargan y delega tareas cuando sea posible.
- Gestioná tu tiempo: Organizá tus actividades, priorizá tareas y evitá la procrastinación para reducir la sensación de agobio.
- Fomentá las conexiones sociales: Cultivá relaciones significativas y buscá el apoyo de amigos y familiares.
- Buscá ayuda profesional: Si el estrés te resulta abrumador y afecta tu calidad de vida, considera buscar el apoyo de un terapeuta o psicólogo.
- Desconectá del mundo digital: Establecé momentos libres de pantallas para reducir la sobreestimulación y fomentar la relajación.
- Realizá actividades placenteras: Dedicá tiempo a hobbies y actividades que te hagan sentir bien y te permita desconectar de las preocupaciones.
“El cuerpo siempre encuentra la manera de comunicar lo que la mente no expresa. Prestar atención a estas señales, comprender las causas y los efectos del estrés, y adoptar estrategias proactivas para su manejo es fundamental para recuperar el equilibrio y vivir una vida más plena y saludable. Escucha a tu cuerpo, él tiene mucho que decir”, concluyó la profesional.