“Acompañar al otro sin ahogarse”, cómo ayudar sin perderse

“Acompañar al otro sin ahogarse”, cómo ayudar sin perderse

Salud/Psicología

Brindar apoyo a un ser querido en momentos difíciles es un acto de amor y empatía,. Sin embargo es crucial establecer límites saludables para no sacrificar nuestro propio bienestar en el proceso. Cómo acompañar sin hundirnos.

“Ser solidario con el problema del otro, no es lo mismo que tomar una papa caliente en la mano y olvidarse de uno mismo”, argumentó el psicólogo Marcelo Ceberio. Y es que cuando un ser querido atraviesa una crisis, ya sea una enfermedad, un duelo, problemas laborales o emocionales, nuestro instinto natural es ofrecer apoyo y contención. Queremos aliviar su dolor, ofrecer soluciones y estar presentes en cada paso del camino. Sin embargo, esta noble intención puede, en ocasiones, llevarnos a descuidar nuestras propias necesidades, agotando nuestras energías físicas y emocionales hasta el punto de “hundirnos” junto con la persona a la que intentamos ayudar.

“Encontrar un equilibrio entre el apoyo incondicional y la preservación de nuestro propio bienestar es fundamental para poder acompañar de manera efectiva y sostenible”, apunta Ceberio.

-¿Cuál es la delgada línea entre ayudar y sacrificarse?

“La empatía nos permite ponernos en el lugar del otro y comprender su sufrimiento, lo cual es esencial para brindar un apoyo genuino. Sin embargo, la sobre implicación emocional puede nublar nuestro juicio y llevarnos a asumir responsabilidades que no nos corresponden o a invertir una cantidad de energía que no podemos sostener a largo plazo. La clave radica en distinguir entre ofrecer un apoyo sólido, y convertirse en el salvador o el principal sostén de la otra persona, anulando nuestras propias necesidades en el proceso”.

-¿Por qué corremos el riesgo de “hundirnos”?

Varias razones pueden llevarnos a este punto de desequilibrio. Según el psicólogo algunas de ellas son:

  • Sentimiento de responsabilidad excesiva: Creemos que debemos “arreglar” la situación del otro o que su bienestar depende completamente de nuestras acciones.
  • Miedo al rechazo o la culpa: Tememos que si no hacemos “lo suficiente”, seremos percibidos como egoístas o insensibles.
  • Idealización del rol de cuidador: Nos identificamos fuertemente con la imagen de ser el apoyo incondicional, incluso a costa de nuestro propio bienestar.
  • Falta de límites claros: No establecemos límites saludables sobre nuestro tiempo, energía y recursos, permitiendo que las necesidades del otro nos desborden.
  • Negación de nuestras propias necesidades: Priorizamos el bienestar del otro hasta el punto de ignorar nuestras propias señales de agotamiento físico y emocional.

Claves para acompañar sin ahogarse

  1. Reconocer tus propios límites: Sé honesto con vos mismo sobre tus capacidades y recursos. No podés dar lo que no tenés. Identificá tus límites de tiempo, energía y apoyo emocional.
  2. Priorizá tu autocuidado: Dedicá tiempo a actividades que te nutran física y emocionalmente. Esto incluye dormir lo suficiente, comer saludablemente, hacer ejercicio, practicar pasatiempos y mantener tus propias relaciones sociales. Cuidarte no es egoísta, es esencial para poder ayudar a otros de manera sostenible.
  3. Ofrecé apoyo, no soluciones (a menos que te las piden): A menudo, lo que el otro necesita es ser escuchado y comprendido, no que le digas qué hacer. Ofrecele tu presencia y empatía, pero respeta su proceso y sus propias decisiones.
  4. Fomentá la autonomía del otro: Animá al otro a buscar sus propias herramientas y recursos para afrontar la situación
  5. Establecé límites claros y comunitarios: De manera asertiva y respetuosa, hacele saber al otro cuáles son tus límites de tiempo y energía. No tengas miedo de decir “no” a peticiones que te sobrepasen.
  6. Buscá tu propio apoyo: No tenes que cargar con todo el peso solo. Hablá con amigos, familiares o considerá buscar apoyo profesional para procesar tus propias emociones, y obtener herramientas para manejar la situación.
  7. Recordá que no sos responsable del bienestar del otro: Podés ofrecer tu apoyo, pero la responsabilidad última de superar la situación recae en la otra persona. Aceptar esto te liberará de una carga innecesaria.
  8. Celebrá los pequeños avances: Reconocé y celebrá los logros del otro, por pequeños que sean. Esto refuerza su motivación y te permite ver el impacto positivo de tu apoyo sin sentirte abrumado por la magnitud del problema.
  9. Permitite sentir: Es natural experimentar emociones como tristeza, frustración o impotencia al ver sufrir a un ser querido. No reprimas estos sentimientos, permítete procesarlos de manera saludable.
  10. Confíá en la capacidad de resiliencia del otro: Recordá que las personas tienen una capacidad inherente para superar las dificultades. Tu rol es acompañar, no rescatar.

“Acompañar a un ser querido en momentos difíciles es un acto de profunda humanidad. Sin embargo, para que este apoyo sea realmente efectivo y sostenible, debemos recordar que nuestra propia salud y bienestar son pilares fundamentales. Aprender a establecer límites saludables nos permite ser una fuente de fortaleza constante sin sucumbir al agotamiento, asegurando que podamos seguir ofreciendo nuestro apoyo con empatía y equilibrio”, concluyó el profesional.