(Por Eva Rodríguez)
El orgasmo es la liberación de la tensión sexual y todos los hombre y mujeres pueden experimentar placer sexual. Con seguridad podemos decir que, si bien el placer masculino y femenino es igual de intenso, la manera en la que respondemos sexualmente y la llegada al clímax no son iguales.
Las fases por las que pasamos tanto hombres como mujeres son las mismas: excitación, meseta, orgasmo y resolución.
Si bien las fases son las mismas, hay diferencias en los tiempos.
En el hombre, la excitación es rápida, en cuestión de segundos puede estar listo para la acción. La meseta es corta, sus genitales están listos para la eyaculación, que no siempre, pero en la mayoría de los casos está asociada al orgasmo. Tiene que hacer un trabajo para no eyacular, para retener el orgasmo.
Al llegar al clímax luego lo que resta es recuperarse a través de la resolución. En el varón existe un período refractario que no está en la mujer. En este período, el hombre puede volver a tener una erección, pero no un orgasmo ni una eyaculación. Biológicamente necesita cierto tiempo para regenerar sus procesos internos.
En la mujer, la excitación femenina es más lenta, es un fenómeno complejo donde está muy involucrado el mundo emocional, las sensaciones placenteras llegan a través de todos los sentidos y las diferentes zonas erógenas. La meseta de la mujer es más larga, es decir, para llegar a un orgasmo necesita tiempo, aproximadamente 20 o 30 minutos para que la sangre que tiene que irrigar la vulva y el canal vaginal llegue a destino. Este proceso es el que va a permitir una excelente penetración, sin dolor y sin sequedad, optimizando el disfrute.
Dentro de la meseta está incluido el juego previo, la estimulación sensorial de diferentes zonas del cuerpo y no solo los genitales. Luego está la penetración. El orgasmo femenino llega mucho más tarde que el masculino. Mientras que el varón tiene que retener el orgasmo, la mujer debe construirlo.
Esta diferencia en los tiempos, desde un punto de vista antropológico-biológico tiene una función de ser, y es que la sexualidad masculina está diseñada para distribuir el linaje biológico lo más que pueda, asegurarse la mayor cantidad de descendencia posible con su ADN. Mientras que la mujer, por el contrario, tiene que elegir con quién reproducirse.
Por supuesto que siglo XXI todo esto resulta obsoleto, la explicación previa da cuenta de cómo funciona la naturaleza, independientemente de lo cultural o social. Es la forma en la que funciona nuestro cerebro autónomo.
Al llegar al orgasmo la mujer experimenta el clímax, que tiene la misma intensidad que el varón. Se ha demostrado a través de scanner cerebrales que se encienden los mismos centros nerviosos y se liberan las mismas hormonas. Pero la mujer puede tener múltiples orgasmos, es decir, no tiene periodo refractario. Luego del primer orgasmo, puede- con algunas estimulaciones- llegar a múltiples orgasmos. Todas las mujeres pueden experimentarlo.
Usando el sentido común ustedes mismos se habrán dado cuenta que el sexo entre hombres y mujeres es como una danza. Donde hay que amalgamar las diferentes necesidades, tiempos, posibilidades y experiencias de disfrute.
Una consulta que muchas veces recibo en el consultorio es que el hombre llega a su clímax antes que la mujer. Y las mujeres no hemos siquiera comenzado a excitarnos.
Un simple pero contundente secreto es que el varón dilate su meseta, retrase el orgasmo lo más que pueda de forma voluntaria. No vayan directo a la penetración. Desarrollen mucho juego previo, caricias, besos, estimulación de todo el cuerpo, de las zonas erógenas. Luego, se podrá aterrizar en una penetración placentera y lograr así hacer coincidir los orgasmos.
Esta simple tarea solo requiere un poco de práctica, imaginación y libertad para jugar.
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