“Estuve muerto y volví a nacer”: la historia de Daniel Calderón, el hombre que sobrevivió a 20 cirugías y una muerte clínica

“Estuve muerto y volví a nacer”: la historia de Daniel Calderón, el hombre que sobrevivió a 20 cirugías y una muerte clínica

Mendoza

Tuvo diverticulitis con peritonitis severa, vivió siete años con colostomía y ahora convive con una diabetes tipo 2. “Cada día que pasa es tiempo ganado a la muerte. Y eso es lo único que importa”, reflexiona.

Daniel Calderón tiene una historia que conmueve. Lo que comenzó como unas vacaciones terminó convirtiéndose en una larga lucha por su vida. Apenas llegó a Bariloche desde Buenos Aires, se descompensó y terminó internado de urgencia. El diagnóstico fue inmediato: diverticulitis con peritonitis severa. La infección abdominal había avanzado tanto que cuando los médicos lo revisaron, pasó directamente al quirófano.

“Tenía fiebre, dolor abdominal, fotofobia. Estaba tan hinchado que no podía comer”, recuerda. Fue necesario realizarle una colostomía, una cirugía que derivó en la utilización de una bolsa externa, lo que en medicina se conoce como estoma. “Al principio la rechacé, no quería saber nada con eso. Pero una enfermera me dijo algo que me marcó: ‘Tenés que aprender a amar el estoma, porque el estoma te salvó la vida’”, relata Daniel.

Vivió siete años con colostomía, período durante el cual no dejó de viajar ni hacer su vida. Visitó Europa, Estados Unidos y otras partes del mundo. Su mensaje es claro: “La colostomía no es el final de nada, es una segunda oportunidad”.

Pero su recuperación no fue sencilla. Su cuerpo rechazaba las mallas quirúrgicas que intentaban reconstruirle la pared abdominal. En total, tuvo que atravesar 20 cirugías a lo largo de 11 años, producto de múltiples complicaciones como necrosis intestinal, fístulas, e infecciones repetidas.

En uno de los momentos más críticos, Daniel sufrió una muerte clínica. “Lo último que recuerdo es una enfermera conectando sueros. Después me desperté en terapia intensiva. Me contaron que estuve azul, sin pulso, sin latidos, y que un médico residente me salvó la vida de casualidad. Yo estuve muerto”, dice con convicción.

Esa experiencia lo cambió para siempre. “Te das cuenta de que todo lo que creés importante —la casa, el auto, el trabajo— no tiene sentido cuando estás a un paso de no existir más. Me replanteé todo. Sentí una soledad muy profunda, incluso rodeado de gente. Porque en el fondo, uno nace y muere solo”.

Hoy, Daniel convive con una diabetes tipo 2, producto de las secuelas de sus internaciones. Se cuida con la alimentación, camina, ve películas, lee y planifica viajes. “Cada día que pasa es tiempo ganado a la muerte. Y eso, después de todo, es lo único que importa”, concluye.