Estrés y obesidad: una conexión preocupante

Estrés y obesidad: una conexión preocupante

Salud

La creciente epidemia de obesidad a nivel mundial se entrelaza con el aumento del estrés, generando un ciclo que afecta tanto la salud física como la mental.

El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones desafiantes o amenazantes. Sin embargo, cuando se convierte en un estado crónico, puede desencadenar una serie de problemas de salud, siendo la obesidad uno de los más preocupantes. La relación entre el estrés y la obesidad es compleja y multifacética, involucrando factores biológicos, psicológicos y sociales.

El estrés y su impacto en el cuerpo

Según precisó el médico cínico especialista en obesidad, Jorge Pujol “cuando enfrentamos situaciones estresantes, nuestro cuerpo libera hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas preparan al cuerpo para una respuesta de ‘lucha o huida’. En un contexto ancestral, esta respuesta era útil para sobrevivir a depredadores. Sin embargo, en la sociedad moderna, el estrés a menudo proviene de fuentes como el trabajo, las relaciones y las preocupaciones económicas, lo que lleva a una exposición prolongada a altos niveles de cortisol”.

-¿Qué papel juega el cortisol?

El cortisol, en particular, juega un papel clave en la regulación del metabolismo y en la forma en que nuestro cuerpo almacena grasa. Niveles elevados de esta hormona pueden aumentar el apetito y favorecer el almacenamiento de grasa, especialmente en la región abdominal. Este tipo de grasa es metabólicamente activa y se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otros problemas de salud.

Comportamientos alimentarios y estrés

El estrés no solo afecta la biología del cuerpo, sino que también influye en los comportamientos alimentarios. Muchas personas recurren a la comida como una forma de lidiar con el estrés, lo que se conoce como “comer emocionalmente”.

“Alimentos altos en azúcares, grasas y carbohidratos suelen ser los preferidos en estos momentos, ya que proporcionan una gratificación instantánea y una sensación temporal de bienestar. Sin embargo, este tipo de alimentación puede contribuir a un aumento de peso y, a la larga, a la obesidad”, argumentó el especialista.

La falta de tiempo y el estrés también pueden llevar a opciones alimentarias poco saludables. Las comidas rápidas y procesadas, que son generalmente más accesibles y convenientes, a menudo están llenas de calorías vacías y carecen de nutrientes esenciales. Esto crea un ciclo vicioso en el que el estrés lleva a la mala alimentación, lo que a su vez provoca más estrés debido a problemas de salud y autoimagen.

Factores psicológicos y sociales

Además de los aspectos biológicos y conductuales, la relación entre el estrés y la obesidad está mediada por factores psicológicos y sociales. Las personas que sufren de estrés crónico o problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, tienen más probabilidades de desarrollar obesidad. Estos trastornos pueden afectar la motivación para hacer ejercicio y llevar una dieta saludable, creando barreras adicionales para el control del peso.

-¿Cómo puede ayudar el entorno en este sentido?

El entorno social juega un papel crucial. La presión social y las expectativas culturales sobre la imagen corporal pueden intensificar el estrés y contribuir a problemas de alimentación. En entornos donde la comida es un medio para socializar, el consumo excesivo puede convertirse en una norma, perpetuando hábitos poco saludables.

Estrategias para Romper el Ciclo

Reconocer la relación entre estrés y obesidad es el primer paso hacia una solución. Existen varias estrategias que pueden ayudar a romper este ciclo. La práctica regular de ejercicio no solo ayuda a controlar el peso, sino que también reduce los niveles de estrés al liberar endorfinas, conocidas como las hormonas de la felicidad. Técnicas de relajación, como la meditación y el yoga, también son efectivas para manejar el estrés.

“Además, es fundamental fomentar hábitos alimentarios saludables. Planificar comidas, optar por alimentos integrales y prestar atención a las señales de hambre y saciedad son prácticas que pueden ayudar a contrarrestar el impulso de comer emocionalmente”, aconsejó Pujol.

Por último, buscar apoyo social y profesional puede ser clave. Hablar con amigos, familiares o un terapeuta sobre el estrés y sus efectos puede aliviar la carga emocional y proporcionar estrategias útiles para manejar tanto el estrés como los hábitos alimentarios.

La relación entre el estrés y la obesidad es un problema de salud pública que requiere atención y acción. Al abordar tanto los factores psicológicos como los comportamientos alimentarios, es posible romper el ciclo que perpetúa este fenómeno. A medida que la sociedad se vuelve más consciente de estas conexiones, se abre la puerta a un enfoque más integral para mejorar la salud y el bienestar general.

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