En casi todos los hogares se repite la eterna lucha con la comida y los niños. Pocos son los infantes que disfrutan contentos de comer brócoli hervido, ensaladas o tortillas de choclo. Porque, generalmente, en la mesa se instala la batalla para que los niños coman frutas y verduras.
Las frutas y las verduras son las principales fuentes de vitaminas y representan uno de los componentes fundamentales de una alimentación sana. Pero a los chicos nada de eso parece importarles. De poco sirve insistirles y explicarles que son buenos para su salud.
Pero la batalla para que se alimenten bien es larga y agotadora, sobre todo si todos los días nos enfrentamos a la negativa de los chicos.
¿Entonces cómo podemos hacer para que se alimenten bien?
Los médicos y nutricionistas tienen algunos consejos para darnos, sobre todo para que la experiencia no tenga que ser agotadora y frustrante.
Para que sean incorporadas en la vida de nuestros niños, es necesario que vean los alimentos en la cocina. Pero además hay que variar en su preparación.
Los chicos tienen que acostumbrarse a comer todo tipo de alimentos, pero primero debemos tenerlas a mano y ofrecérselas de todas las formas posibles: crudas, cocidas, en tortillas, acompañando a la carne, etc.
Usá tu imaginación, a los niños les gusta jugar y divertirse y la comida puede ser divertida. La presentación de los vegetales puede ser la puerta para que disfruten de una alimentación saludable y equilibrada.
Los dulces son alimentos que tienen muchas calorías, pero son vacías de nutrientes que sí tienen los productos naturales, los cuales suelen ser mucho más sabrosos que un chocolate.
Lo importante es comer saludable, no importa si es una banana, tomates, almendras o aceitunas. Y tampoco importa si es una mitad o la fruta completa.
Hay que evitar la imposición. Es importante no generar batallas, las frutas y verduras debieran estar dentro de la alimentación de la familia, disponibles para todos, como algo natural y no como una obligación.
No todos los infantes comen de la misma forma ni actúan de la misma forma. Todos tienen etapas de selectividad y neofobia (no querer probar alimentos desconocidos o dejar de comer los que gustaban).
Al crecer son cada vez más autónomos y pueden tomar diferentes decisiones. Lo que hoy no les gusta, mañana puede ser su plato favorito.
Lo más importante de todo es que NUNCA debes obligar a un niño a comer (ni a nadie). Mucho menos castigarlos por negarse a comer saludable.
Las intervenciones adultas pueden dañar esta autorregulación, empezando con el avioncito para que coma una cucharadita más, siguiendo por el chocolate de premio si se come la sopa y terminado con el castigo del tipo "no hay tele si no te terminás la milanesa". Antes de recurrir a estos trucos es importante recordar que está en juego su vínculo con el alimento, para el niño el comer tiene que ser un placer, no un padecimiento.
Como adultos responsables de nuestra alimentación, es tarea propia reflexionar sobre nuestro modo de comer, qué lugar tiene al alimento en nuestra vida, qué ejemplo damos a los niños que criamos. No podemos pensar la alimentación de ellos separada de la nuestra.
En ese sentido, es recomendable que a la hora de buscar una orientación nutricional sea para todos los integrantes de la familia y no sólo para el niño que presenta las dificultades más evidentes.