(Por Noelia Centeno)
Imaginemos a un adulto de más de 30 cuyo funcionamiento emocional es de una persona de 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21 hasta 22.
No es algo malo ser inmaduro emocional, pero como todo en la vida si sabes de qué se trata es más fácil que tus expectativas a la hora de relacionarte con el otro no te jueguen una mala pasada.
¿A veces nos preguntamos cómo piensa un inmaduro emocional?
Muchas veces, las personas van cumpliendo años biológicos, pero que psicológicamente sienten que son eternos adolescentes, tienen un profundo miedo a envejecer, ya que han idealizado la juventud.
Tienen dificultades en la responsabilidad afectiva que implican los vínculos de pareja, los vínculos con los hijos, o cuáles sea el vínculo que les genere dependencia.
Se refugian en la certeza de preferir estar solos antes que perder la libertad.
Tienen poca empatía, bajo autoconocimiento. Suelen ser impulsivos con tendencia a un pensamiento omnipotente.
Las personas inmaduras emocionalmente son cortoplacistas piensan: “Lo quiero ya, y ya me aburrí. Quiero otra cosa”. Así funcionan para
casi todos los ámbitos de la vida.
Por lo general le dedican mucho tiempo a lo superficial: a tener cosas, al físico, al aparentar, a buscar el aplauso del otro.
¿Qué es importante que sepas si decidís relacionarte con alguien que es inmaduro emocionalmente?
Si tenés la expectativa de que puede cambiar y por eso tenés paciencia, posiblemente estés equivocado o equivocada. Difícilmente cambie.
Les cuesta mucho, tener y sostener relaciones estables. Suelen rechazar el compromiso afectivo.
La persona con inmadurez afectiva difícilmente sufra o se plantee querer cambiar, por eso es muy importante tu trabajo interior para aceptarlos como son. Y si la persona que sufre sos vos, te recomiendo estar abierto a la posibilidad de conocer a alguien más parecido a tu necesidad actual.
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