“Ansiedad, de tenerte en mis brazos…”; Me encanta esa canción.
Casi podría representar el 95% de las veces que nos invade tal particular emoción llamada "ansiedad ya sea por amor, por proyectos, por noticias, por resultados, por manifestaciones que esperamos sean lo más cercanas a nuestras mejores expectativas".
Pero basta vivir unos años, entrando en la adolescencia, y nos damos cuenta que desde ahí en adelante nada vuelve atrás y la vida opera fuera de cualquier pronóstico o método de control. No es que antes la vida funcionase de manera diferente sino que nuestra idea de controlar nace a esa edad.
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Si observamos con mayor detenimiento veremos que “Ansiedad” es la inseparable hermana gemela de “Incertidumbre”; normalmente una nunca está lejos de la otra. Estas chicas son el dúo dinámico que tensa tu espalda, altera tu sueño, acelera tu respiración, oprime tu corazón e irrita tu colon.
Aclaremos algo, no es que estas pobres chicas sean hijas del demonio. Lo que sucede es que son incomprendidas, misteriosamente especiales.
Ansiedad es soportable hasta cierto punto físico al igual que su hermana Incertidumbre, que después de un rato quema el cerebro. Por lo tanto todo el que haya sufrido límite físico y quemazón de cerebro compartirá conmigo este descubrimiento:
Ansiedad, en realidad es una gran directora de orquesta. Tiene la capacidad de llevar el ritmo de la vida en la sangre. No sabe de años, ni de meses ni de horas. Sabe que la música de tu vida tiene un ritmo único. Gracias a Ansiedad aprendemos que la vida es camino, es proceso.
Incertidumbre es la mejor personal trainer que el universo te podría ofrecer. Ella es quien, con el tiempo, logra mostrarte que la certeza vive en tu interior.
En mi caso reconozco que, frente a ellas, con el tiempo y cada día un poco más, he aprendido a decirles: Bueno chicas, muéstreme el camino.