La maipucina que convirtió su auto en una panadería móvil

Por: Marina Correa

Con 56 años el papá de Analía Toro se quedó sin trabajo, ella tenía por entonces 12 años y era la menor de 8 hermanos, su mamá ante una situación que se presentaba con gran crudeza, tomó la decisión de literalmente, poner las manos a la masa. Tortitas, eso fue lo que comenzó a amasar día tras día la mujer y las encargadas de salir a venderlas eran Analía y una de sus hermanas. Ahora, años después, Analía está casada tiene tres hijos y como su mamá, también ella puso manos a la masa, para ayudar en su propia economía familiar. “Tengo un compañero de vida maravilloso, él tiene un trabajo estable, pero con un solo ingreso se hizo imposible. Habíamos generado una rueda de pagar lo que comíamos con tarjeta y entonces lo que ingresaba solo era para saldar cuentas, un día mi hija que ya ingresó al secundario me pidió plata para cuadernillos y no podíamos pagarlos. Fue un límite, ahí le dije a mi marido, yo también aportaré y recordé aquellas tortitas que hacía mamá, miré mi auto y dije haré una panadería móvil y ese fue el principio de este emprendimiento. Me implica muchísimo sacrificio físico, amasar muy temprano, preparar todo y salir por el barrio, pero me da una enorme gratificación de saber que estamos pagando deudas y que empezamos a respirar financieramente”, dice esta joven mamá y esposa que comienza a relatar su historia de vida, en una charla para ElNueve.com.

“Tanto mi mamá, como papá, siempre han luchado mucho para criar 8 hijos, papá empezó de muy abajo, arrancó limpiando la vereda de una empresa y luego fue ascendiendo por su honestidad y esas ganas de progresar. Pero nunca hemos sido de una clase social que puede estar cómoda sin pensar en que comer al otro día, esa es la realidad. Mi madre siempre fue alguien que pensaba como ayudar en la economía, el trabajo de las amas de casas o de cuidar los hijos, siempre ha parecido algo que no se cuenta como trabajo. Por suerte hoy nos damos cuenta que es trabajo no rentado, mamá siempre pensaba que hacer, porque se necesitaba plata. Hacía unos pesebres hermosos para navidad, hasta horneábamos las figuras, mis hermanos también colaboraban. Eran de los chicos que estaban en los supermercados, ayudando a embolsar. Siempre hemos tenido incorporada la cultura del trabajo, y si bien yo trabajé de jovencita, no quisiera que nunca deban hacerlo mis hijos. Sí me gusta que vean y participen de el día a día de la familia, para que sean adultos que sepan darles el valor a las cosas”, dice esta fuerte mujer que va por los barrios maipucinos vendiendo sus propias tortitas y facturas caseras.

Puerta a puerta

“Ya llegaron las tortitas y facturas caseras” dice el audio que Analía grabó ella misma, y que es la alerta que escuchan todos los vecinos cuando ella pasa con su auto. Con un parlante que le regaló su papá y la pegadiza canción “Happy” de Pharrell Williams, diariamente a partir de las 16h, recorre algunos barrios de Luzuriaga. “No tengo ni computadora, me descargué un programa y ahí grabé el audio, no te puedo explicar la cantidad de veces que lo hice. Una vez que lo tuve pensé, quiero una canción muy alegre, quiero llevar algo rico y lleno de felicidad, entonces me decidí por esa canción que conocía en Los Minions. El primer día hice 2 kilos de harina y de ahí en más todo se fue incrementando, de entrada vendí todo y hoy ya varios tengo clientes. Por suerte la gente es tan amorosa, obviamente soy una mujer grande y no es lo mismo esta experiencia, que cuando vendía tortitas a los 12 años. La verdad en aquel tiempo también fue grande el sacrificio, a las 9 de la mañana salíamos con un carrito a vender las tortitas de mamá y al mediodía ya nos preparábamos para ir al colegio. Sé que muchos pensarán que era una niña y no correspondía que trabajara, pero trabajando todos, incluso así no alcanzaba. Pertenecía a esa clase pobre, que quizás no comía todas las comidas, pero a su vez era un hogar con amor, con respeto y siempre de una educación trabajadora. Hoy una de mis niñas sale a acompañarme mientras vendo, pero ella solo va de acompañante, ella solo me dice: mamá allá una señora levantó la mano. A veces se me cae una lágrima cuando se me queda dormida al lado, pero me bajo y atiendo siempre con una sonrisa a la gente. Me doy cuenta que esa sonrisa les cambia el día a muchos, no sé porque, pero termino haciendo de psicóloga incluso, me entero de mujeres que sufren, de adultos mayores y sus padecimientos. Y además de venderles mis tortitas y facturas, me hago un pacto conmigo, de que siempre se lleven una sonrisa y un buen trato, parece menor, pero les cambia el día a las personas”, dice Analía.

Coraje

“Siempre me ha gustado hacer tortas, no he podido estudiar, pero me encanta la pastelería, y creo que esencialmente soy una mujer corajuda. No le escapo a los problemas, los enfrento, quizás me faltó estudiar una terciario, pero soy una mujer capaz, alguien que tiene agallas para enfrentar la vida. También soy una persona de fe, voy mucho a la iglesia, la fe me da fortaleza, creer en que un Dios me guía y protege. Y veo siempre las bendiciones, tengo a mi lado un hombre bueno como es Jonathan, nos casamos muy jóvenes y construimos esta familia integrada por Brisa, Fabricio y Geraldine. Mi marido es mi gran compañero, mi amor, alguien que me cuida al extremo, que todos los días cuando llego de vender me dice gracias. Mi respuesta siempre es la misma, somos un equipo y saldremos adelante como equipo, yo también le digo gracias a él porque su trabajo es de mucho esfuerzo físico, es maquinista. Le digo gracias por ser el padre que es, y el marido que está pendiente de alimentar el amor. Ahora que te lo cuento, me siento millonaria. Mi sueño a un futuro no muy lejano es tener mi propia panadería, mientras seguiré con mi panadería móvil, orgullosa de ganarme el mismo pan que produzco con mucha dignidad”.