Tradiciones curiosas

La celebración española en que el Diablo libera de los males a los bebés

Todos los años en Murcia se festeja la "Fiesta del Colacho" durante 6 días en los que el Mal pelea con Jesús.

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Redacción ElNueve.com
20 de junio de 2017 | 20:13

España es conocida por sus celebraciones religiosas. En todos los pueblos ibéricos se celebran diferentes fiestas que tienen orígenes remotos y uno de los más llamativos y curiosos es la “Fiesta de el Colacho”, que se festeja todos los años en la localidad burgalesa de Castrillo de Murcia, desde el Jueves del Corpus al domingo. Este año la fiesta se realizó del  14 al 19 de junio.

El día más importante de la “Fiesta del Colacho” es el domingo, cuando tiene lugar la procesión religiosa. Miles de personas se congregan en la plaza del Ayuntamiento y en las calles principales para presenciar una antigua tradición: un hombre, que representa al diablo, el Colacho, salta limpiamente por encima de unos colchones con bebés, a los que libera de los males.

Tras finalizar la procesión, la gente va a “las eras”, donde ameniza la fiesta un grupo de baile castellano.

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La celebración, cuyo objetivo es honrar a Jesús eucaristía, se ha sucedido ininterrumpidamente desde 1621, de la cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva. En sus estatutos se ordena que todos los cofrades honren al Santísimo en los actos del día del Corpus y su octava.

Además de la representación de autos sacramentales y danzas, para promover la participación del pueblo en las celebraciones, los cofrades introdujeron un personaje burlesco que ya existía en sus tradiciones y que a partir de ese momento representaría al diablo. El peculiar atuendo, un traje tradicional de llamativos colores que data del siglo XVII y guarda un gran parecido con el de los tetines de Burgos, se completa con una máscara de la que el diablillo sólo se desprende al entrar en el tempo y durante la procesión eucarística.

La celebración es una verdadera representación teatral, cuyo verdadero protagonista es el Santísimo Sacramento, es sencillo. El atabalero recorre las calles del pueblo anunciando que va a dar comienzo el rezo de las horas litúrgicas en el tempo parroquial.

El Colacho, representación del mal, tratará de impedir que los vecinos acudan a la llamada, haciendo sonar unas estridentes castañuelas mientras persigue, amenazando y golpeando con su zurriago (una cola de caballo) a cuantos se oponen a que estropee la fiesta. La escena se repite en todas las horas canónicas hasta el domingo, día de la fiesta grande.

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