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Guaridas invernales: Un cuento mendocino

Fran Lucas nos deja un relato express para leer en el colectivo y suspirar hondo. Una historia de amor que se congeló para siempre.

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Redacción ElNueve.com
24 de junio de 2022 | 16:52

Comienza mi octavo invierno sin vos y por más de que lo niegue, se lo que va a ocurrir. Antes de la primera helada le confesaré al espejo no volver a pronunciarte. Intentaré perder mi atención en ficciones viciosas, habladurías ajenas y noches superfluas.

Tendré al dealer contento y al psicoanalista en offside. Solo escucharé música instrumental que no sepa cómo hacerme doler. Devaluaré mi tiempo libre y trataré de reprimir cualquier impulso que me dibuje tu imagen. Si mis siestas te encuentran, me aseguraré de que mi conciencia no se entere y si nuestros pasos nos cruzan te saludaré con liviandad, simpleza y falsa superación.

A mediados de julio será tu cumpleaños y será terrible. Ese mismo día, sin saber por qué voy a desviarme y atravesar la Plaza España antes de entrar en la oficina. Voy a frenar mis pupilas sobre la fuente que un día nos vio revolcar y mi reflejo se verá borroso, incierto, estático.

Las mañanas siguientes me saludarán sin poner la mejilla y a las noches de domingo les costará dormir. Invertiré mi desconsuelo en mensajes sin enviar, acordes menores y textos como el que escribo. En mi departamento retumbará el vacío ensordecedor de un bandoneón y mis pensamientos tristes te sacarán a bailar por la cocina. Tu ausencia golpeará la puerta con frecuencia para saludar mi cotidianidad y volver tangible el olor de tu gorro de lana, la placentera sensación de las sabanas recién puestas y el tono engripado de tu voz. El eco de tus besos adolescentes me lamerá el oído, penetrando una vez más a mis emociones vírgenes.

Mi razón supone que este será tu último invierno, solo por instinto de supervivencia. Es que no puedo entender al tiempo. Somos viejos compañeros de secundaria que ahora pasaron los 30. Somos noches enteras de charlas compulsivas, calladas por años. Somos todas las resacas que mañana no vamos a compartir. Julio es un mes particular.

Desde la segunda semana de agosto, cuando la temperatura sube y la primavera se acerca, mi melancolía se tornará algo psicótica. Solo me permitiré citarte como chiste rápido, recuerdo naíf, o fecha anecdótica, nunca como ejemplo, mucho menos como algo que todavía existe.

Está claro, pasamos ocho años de romances insólitos, distancias tajantes y distintos problemas existenciales. Para entonces me encontraré tirado en la cama con un drama nuevo que te deporte por fin de mi existencia, hasta el próximo invierno.

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