Alfonso Oliva tiene 36 años, en febrero se cumplieron 4 desde que le diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa progresiva por la que hoy no puede moverse ni comer, y pide una eutanasia, porque no quiere continuar viviendo.
Desde que fue diagnosticado, se fue quedando sin las capacidades físicas elementales de cualquier persona. Hoy, su cuerpo está paralizado: no puede mover las piernas, ni las manos, ni el tronco. También perdió la habilidad de hablar y, hace casi un año, tampoco puede comer sin broncoaspirarse (cuando la comida termina en las vías respiratorias).
Alfonso está totalmente lúcido, y conserva algo de movilidad en la cara: puede ver, pestañear, cerrar los ojos y sonreir. Se comunica por medio de una computadora que le permite elegir, con el parpadeo, las letras para formar las palabras.
Su caso pone sobre la mesa una discusión pendiente en Argentina: la eutanasia. Es que Alfonso no quiere seguir viviendo una vida que ya no considera digna, pero tampoco tiene la posibilidad de suicidarse, puesto que su cuerpo se lo impide.
El joven escribió una serie de cartas a una abogada que hizo una tesis sobre el tema, en las que explica su situación y reclama al Congreso que discuta la Eutanasia para casos como el suyo.
“Mi decisión ya está tomada. El día que la enfermedad ya no me permita tener una vida digna, prefiero dejar de sufrir. Y sólo tengo dos opciones. La primera, firmar un documento para que no me conecten un respirador artificial y no me reaviven, según tengo entendido. Pero me gustaría que me orientes para lograr una discusión en el Congreso de la Nación o sobre algún mecanismo para que se trate seriamente”, indica el joven en la carta.
“Necesito hacer algo para los que están en mi situación. Yo tal vez no lo vea porque quizá muera antes. Pero estoy dispuesto a todo lo necesario. A hablar con cada diputado y senador posible, y también a lo que haga falta”, aseguró en las cartas.