(Por Eva Rodríguez)
El estrés postvacacional es real y pega fuerte. Sin embargo, la vuelta a la rutina y a la cotidianeidad no tiene por qué ser tan terrible. Aquí te cercamos algunas herramientas para que la readaptación sea paulatina.
El Síndrome de estrés postvocacional es un sentimiento de tristeza o vacío, pérdida de sentido, ansiedad, angustia, insatisfacción e irritabilidad, que puede provocar dolores musculares o de cabeza e insomnio, entre otras manifestaciones físicas. Aparece generalmente al término de las vacaciones y suele ser de curso breve, prolongándose durante un máximo de dos semanas luego de haber retomado las rutinas.
Salvo que seas uno de esos astutos que se guardaron el As bajo la manga y tienen las vacaciones aún por delante, toca oficialmente volver a la rutina. Pero la buena noticia es que no tiene por qué ser terrible. Si la sabemos hermosear puede ser tan agradable como esos días de panza al sol.
Es muy importante comprender que el organismo hace procesos de adaptación, tanto a las vacaciones como a la rutina. Por eso es necesario, darle tiempo al cuerpo para que procese el regreso a la cotidianeidad y proporcionarle descanso y adaptación de a poco. Si cargás la agenda con mil actividades para el otro día, te sobre conectas con la tecnología abruptamente. O si pasás de dormir 10hs a dormir 5hs de golpe estarás poniendo al Sistema Nervioso en estado de alerta y todo el relax que tan laboriosamente sembraste en las vacaciones no tendrá cosecha.
Es recomendable dejarse unos días para, paulatinamente, acomodarse a la vuelta. Al tiempo de cada uno.
No darse atracones de trabajo u obligaciones.
Recordá que tu cuerpo no es una máquina, necesita de tu compasión.
No todo tiene el mismo orden de importancia. Si, aunque cueste mucho, algunas cosas pueden y deben esperar.
Que terminaron las vacaciones y no volvés a tener más días hasta el año siguiente no significa que te tenés que olvidar y enterrar todo lo hermoso y cándido de esos días de verano. Tendemos a vivir demasiado enfocados en el futuro, pensando sistemáticamente en nuevos desafíos, devorando lo que nos sucede, y sintiendo mucha nostalgia por lo que ya fue. Este estilo de vida no es sinónimo de salud, sino de urgencia y hay que combatirlo.
Por ejemplo, si en las vacaciones desayunaste algo distinto y te gustó, ¿por qué no comerse esos huevos revueltos un miércoles cualquiera en la mañana?
Por ejemplo un caracol, un souvenir o una flor en tu agenda. En serio, probalo porque funciona.
Bajarlas, elegirlas, arreglarlas, compartirlas con otros, contar anécdotas, etc. ¡Entre las imágenes y los relatos no vas a poder evitar que se te dibuje una sonrisa en la cara!
Salidas, cenas, charlas, etc. Planificalos, que no te agarren desprevenido para poder optimizarlos.
Hay maneras muy óptimas de proyectar tus vacaciones y no tienen que ver con el presupuesto o cuán lejos te fuiste. Hay formas más saludables de tomar los recesos, donde el cuerpo se cansa menos y la mente se relaja más, que en definitiva es el objetivo superior de cualquier descanso.
De 3 a 10 días es más efectivo que tomar todos los días de los que disponés de corrido, por ejemplo, 15-20 días.
Con una buena planificación siempre se pueden aprovechar los feriados para tener muchas mini-vacaciones a lo largo del año.
En unas buenas vacaciones de 4 días se logran los mismos afectos de descanso que en una de 7.
Ayuda mucho realizar pequeñas y espontáneas escapadas de fin de semana, sobre todo aquellas que nos conectan con los espacios abiertos y la naturaleza.
La posibilidad de tomarse vacaciones, sea que te fuiste o no, no la tiene cualquiera. Quedarte con ese gustito a lo largo del año es un lujo, no lo demos por sentado. La humildad y el agradecimiento por lo que pudimos hacer, mucho o poco, genera una sensación de calma interior y nos prepara para empezar el año con el pie derecho.