Crianza: El grito, el peor recurso para con los hijos

Agotamiento, problemas en el trabajo y una energía y atención que los más chicos requieren de forma diferente, pueden hacerte caer en el peor de los abismos: lastimar de forma crónica a quién más amás, tus hijos. Pautas para hablarles y marcar límites sin gritarlos ni humillarlos.

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Redacción ElNueve.com
1 de junio de 2021 | 19:35

La imagen de la familia Ingalls en donde los padres eran casi perfectos aunque el mundo se viniera abajo, es sólo eso, una imagen. Algo instalado en el imaginario colectivo que no condice con la realidad humana de que los padres son simples mortales, y como tales, hacen lo que mejor pueden desde el amor.

Ahora bien, ¿qué pasa con aquellos padres y madres que hacen de la crianza y el aprendizaje con los hijos una relación de gritos crónicos a la hora de que aprendan algo, o incluso de ponerles límites?. Ese maltrato que lastima, humilla y repercute de manera trascendental en los hijos...¿No habla más de un problema y carencia del adulto? ¿Está bien naturalizar el miedo como vehículo para aprender o resolver situaciones con alguien vulnerable que está en proceso de aprendizaje?. Claro que no, y aunque alguna vez pueda suceder porque los padres son humanos, si los gritos se convierten en costumbre, repercutirán en niños sufrientes, inseguros, con baja autoestima, y que incluso replicarán modelos. 

"Si me gritan no aprendo, sólo me asusto..." sostiene una publicación de Instagram de la Asociación Civil "Libres de Bullyng". Su directora y Licenciada en Psicopedagía, María Zysman detalló en "Cada Día" las implicancias del grito, como forma de comunicación y daño hacia los hijos.

Límites bien puestos

Según profundiza la psicopedagoga María Zysman"respecto a los límites yo soy de la idea que hay que elegir qué limites poner. A veces hay que saber priorizar y decirse como papá o mamá 'a ver, qué es lo más importante para que convivamos bien y para educar a mis hijos'. Por ejemplo... ¿respetar ciertos horarios, rutinas, cierto modo de tratarnos?' Entonces bueno, voy y focalizo ahí. Si empezamos a poner límites por todas partes y en cada detalle (la ropa que se van a poner, con quién tienen que jugar y de qué manera)...Es decir, cuando uno intenta 'limitar' todo, después no puede limitar nada".

Dar prioridad a las cuestiones más importantes para los padres y madres, insitiendo en focalizarse allí, implica que se entiende que los límites, según destaca la profesional, "siempre tienen que ser puestos en el momento adecuado".

-¿Qué implica poner los límtes en el momento adecuado?

"Que no tengo que poner límites a los chicos cuando estoy enojada/o, tengo que hacerlo antes, en el proceso de la crianza, porque de esa manera, si me enojo por algo lo voy a hacer de una forma más tranquila y asertiva incluso. Los límites puestos desde el enojo no contemplan la edad del niño, el entorno ni la posibilidades reales de cumplir con esos límites".

-¿Cómo deben ser para poder ayudar a los hijos, sin caer en errores?

"Hay que entender que los límites no deben ser arbitrarios. El 'no', no debe ser porque se me dá la gana o porque me gustá así. Tampoco hay que estar explicandoles a los hijos los motivos de los límites infinidad de veces. El límite se pone, se transmite, se comunica y luego se tiene que respetar. Cada vez que vamos por la calle no necesitamos que nos fundamenten por qué la ruta tiene dos manos, o por qué está la doble línea en el medio para no pasar en las curvas, y yo tengo que respetarla.

Acá es lo mismo: una vez se explica, luego se señala cuando algo no se cumple y después tiene que haber una consecuencia. Por ejemplo, 'si vos le pegás a tu hermano, él no va a querer jugar con vos'...se trata de mostrarles a los chicos que hay una consecuencia de aquello que no se respeta. Pero nunca hay que hacerlo desde el enojo, ya que en ese momento, uno aunque adulto puede decir cosas de las cuales luego se puede arrepentir".

- ¿Se está a tiempo de cambiar,si como padres y madres hemos desarrollado el grito para educar o poner límites?

"Siempre se está a tiempo de reformular nuestros modos de educar. Nosotros no somos los mismos cuando tenemos un bebé, que cuando van creciendo también con nosotros, ya que vamos modificando nuestra propias conductas. Muchas veces sabemos que nos equivocamos. El grito forma parte de eso:forma parte de haberse equivocado por haber aprehendido ese modo, por estar muy cansados o desbordados. Acá lo importante como adultos es poder volver sobre nuestros pasos".

El compromiso del cambio

"Tomar el compromiso de cambiar y autoanalizarse cuando hacemos conciente que nos comunicamos gritando, implica poder decirle al otro que voy a intentar cambiar. Entonces pedir ayuda para que mi pareja o amigo me diga si lo estoy gritando, es una manera de tener un termómetro de cuándo grito, para así evitarlo. Poder analizar si es cuando no me escuchan,  o cuando creo que no me escuchan...es decir el momento en qué ocurre esa manera y qué me pasa a mí para poder manejarlo. De esta forma uno visualiza en qué momento le sucede para adelantarse y poder frenar todo antes.

Hay un viejo dicho que dice que 'en lugar de gritar hay que mejorar tus propios argumentos'. Uno grita cuando no encuentra palabras para decir con calma. Es decir cuando esas palabras para uno no son suficientes, o para imponerse. También se grita cuando el otro lo hace, y eso no suma.

Como adultos somos los encargados de poner ese freno. Ese es nuestro desafío con nosotros mismos para darle lo mejor a nuestros hijos.

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