Malvinas

A 40 años de Malvinas: la otra cara de la guerra

Una historia en la mitad de muchísimas otras, rescata una mirada colmada de amor y amistad, en un día de conmemoración tan importante como el de hoy.

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Redacción ElNueve.com
2 de abril de 2022 | 16:25

Muchos sostienen que en la vida nada pasa porque sí. Que las coincidencias en realidad son causalidades, que tienen una razón de ser y de aparecer. Para los que creen y los que no, historias de vida como la de Hugo Rolando Castro (59), y Pablo Javier Fackelman (48) atestiguan en los concreto esta aseveración: “que nada es casual”. Y es que ambos se conocieron a la distancia, en el contexto y situación menos esperados y más doloroso: la guerra de Malvinas. Hugo era tan sólo un soldado de 20 años en la mitad del conflicto bélico, mientras que “Pablito Javier”, como le gusta decirle a Hugo, era tan sólo un niño de 9 años. Pero una carta, sería un amuleto eterno de sobrevivencia y amistad.

Ese lazo invisible y único

Pablo Javier Fackelman tenía 9 años cuando desde su colegio Almirante Brown, de Villa Ballester, escribió una carta dirigida "a un soldado de las Fuerzas Armadas" que estaba defendiendo la soberanía en las Islas Malvinas. "Que Dios bendigue tu valor, soldado de mi Patria", había escrito con fibra roja. La carta viajó en un bolsón con otros miles desde escuelas de todo el país y cayó en manos de Hugo Rolando Castro (59), justo el día que le habían dado una hora libre para ir hasta Ganso Verde, un pueblito en Darwin, "para pegarme una ducha y volver". Y fue así que la carta, esa tan única, terminó en sus manos, y nunca más la dejó.

“Esa carta fue un amuleto, la guardé como un tesoro mientras estuve en la trinchera, mientras combatí y durante las dos semanas en las que estuve prisionero. No hubo una hora en la que no me palpara el bolsillo de mi chaqueta para saber si todavía estaba la carta. Era casi como una obsesión, pero sabés lo importante que era, la compañía que me hacía", cuenta Hugo en diferentes entrevistas que hoy lo tienen junto a Pablo, como uno de los protagonistas de una historia dura, pero colmada de amor y amistad a través del tiempo, las circunstancias y la vida misma.

A la vuelta, el encuentro

Cuando Hugo regresó a su casa en Trelew tras la guerra, pasada la emoción de sus padres, Clara, su mamá, le preguntó por un sobre que había encontrado en el bolsillo de su campera que estaba por lavar. "Me la mandó un chico desde una escuela, no sé...", respondió Hugo casi al pasar. Clara la leyó y releyó y no claudicó con su pedido: "Ay qué hermoso gesto, respondele, dale, respondele". Hugo le escribió al chico de la escuela de Villa Ballester y a partir de allí hubo un ida y vuelta de cinco cartas cada uno hasta mediados de 1983.

"No sabemos qué pasó”, coinciden respecto de la abrupta interrupción postal. Castro intentó normalizar su vida, estudiando y trabajando y con el tiempo se mudaron a Bahía Blanca. Mientras que la familia de Pablito Javier se trasladó a Posadas.

Pasaron 29 años hasta que volvieron a saber uno del otro. Pablo, fue bombero voluntario durante más de una década y uno de los abanderados del cuartel de Pinamar, y un emotivo momento de conmemoración de Malvinas en el 2012, no sólo hizo que no pudiese parar de llorar por las palabras que escuchaba, sino que lo decidió a encontrar y conocer al soldado que había enviado su carta.

Buscó en las guías telefónicas que por entonces tenía, fue a las páginas amarillas y después buceó en Internet. "Primero en mi Facebook, donde me aparecían cientos de Hugos Castros, despúes fui más minucioso y busqué en asociaciones de veteranos de Malvinas y mandé decenas de mensajes. Después googleé y ponía palabras sueltas: combatiente + malvinas + castro + carta + villa ballester. Así estuve horas. Hasta descubrí que en la Guerra de Malvinas hubo otros cuatro Hugo Castro que combatieron".

Embaladísimo, dio con un número de documento cuyo paradero era de Bahía Blanca. "El corazón me empezó a latir fuerte, tenía taquicardia, sentía que estaba cerca. Ese número de documento me llevó al Veraz, ¿podés creer? Y me apareció el nombre Hugo Rolando Castro, Bahía Blanca y seguí buscando hasta que encontré un número de teléfono fijo. '¡Es él!'. No lo dudé, llamé y me atendió una señora: 'Hugo vuelve a las 20, ¿de parte de quién?'. 'Dígale Pablito Javier'". Y volvió a llamar. Sin que mediara palabra, Fackelman escuchó que del otro lado atendieron y preguntaron: "¿Pablito Javier?". A partir de allí la conversación se extendió hasta las doce de la noche. Emoción, llanto y ensimismamiento. De allí en más una amistad indestructible, el padrinazgo de Hugo hacia una de las hijas de Pablito, vacaciones y la vida misma sacando de una época triste, dura y compleja, otra cara que también coexistió: la de muchas historias como las de Hugo y Pablo que, a través del amor, la unión y la amistad pudieron forjar un puente, uno más fuerte que cualquier guerra sin sentido.

Si querés conocer la historia de la boca de sus protagonistas no dejes de ver la entrevista que el equipo de Cada Día le hizo a Hugo Castro y Pablo Fackelman.

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